15 de marzo de 2008

Corazón Cuarteado - Anaïs Nin

"La pócima del amor no constituía escapatoria, porque en sus anillos yacen latentes sueños de gran­deza que despiertan cuando hombres y mujeres se fecundan profundamente. Siempre nace algo del hombre y la mujer que yacen juntos e intercambian las esencias de sus vidas. Siempre es arrastrada algu­na semilla que se abre en el suelo de la pasión. Los vapores del deseo son la matriz del nacimiento del hombre, y a menudo en la embriaguez de las cari­cias se forja la historia, y la ciencia, y la filosofía. Una mujer, mientras cose, cocina, abraza, cubre, ca­lienta, también sueña que el hombre que la posea será más que un hombre, será la figura mitológica de sus sueños, el héroe, el descubridor, el construc­tor... A menos que sea una furcia anónima, ningún hombre penetra impunemente a una mujer, porque allí donde se mezcla la semilla de hombre y mujer, dentro de las gotas de sangre que se entremezclan, los cambios que ocurren son los mismos que los de los grandes y caudalosos ríos de la herencia, que, además de transmitir los rasgos físicos, transmiten los rasgos del carácter de padre a hijo y a nieto. Re­cuerdos de experiencias son transmitidos por las mis­mas células que repitieron la forma de una nariz, una mano, el tono de una voz, el color de un ojo. Esos grandes y caudalosos ríos de la herencia trans­mitieron rasgos y llevaron sueños de un puerto a otro hasta su realización, y dieron a luz a persona­lidades nunca nacidas antes... No hay hombre ni mujer que sepa lo que nacerá en la oscuridad de su entreveramiento; tantas cosas además de niños, tan­tos partos invisibles, tantos intercambios de alma y carácter, tantos florecimientos de personalidades desconocidas, tantas liberaciones de tesoros ocultos, de fantasías soterradas..."
Anaïs Nin - Corazón Cuarteado

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